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Igual que el amor, el trabajo es cielo e infierno.

Actualizado: 21 abr

"Ten cuidado con el vacío de una vida muy ocupada" Sócrates

Adicta al trabajo.

¿Qué día no trabajas? me preguntó mi hijo de ocho años, al verme frente al computador un domingo. Esta poderosa pregunta junto a un problema de salud causado por el estrés y la sobrecarga laboral, me permitió darme cuenta que era adicta al trabajo. Lo paradójico es que siempre he sido trabajadora independiente, motivada por el deseo de ser dueña de mi tiempo para ejercer el rol de mamá con mayor plenitud: “estar ahí para mis hijos”. Sin embargo caí en mi propia trampa, tal como lo menciona Chul-Han (2018), terminé en la autoexplotación como pretexto de mi realización personal.


Han pasado tres años desde que tomé conciencia de mi adicción al trabajo. Corría el año 2021, aun en plena pandemia, donde el 100% de las actividades laborales las realizaba de forma virtual. En mi ingenuidad, creí que el tiempo que me ahorraba en desplazarme, lo podía usar para trabajar más sin sufrir consecuencias. Esto me llevó a un estado delirante, me volví esclava de mi misma. Agrego aquí algunos apartados de escritos que tengo en mi diario de la vivencia de esa situación durante el año 2021.


24 agosto de 2021

Una vorágine consume mis horas y mis días, mi tiempo, mi vida; dejándome apenas retazos de tiempo para bañarme, comer o dormir. Estoy asfixiada por la abrumadora cantidad de tareas; me voy diluyendo en el maremágnum de chats, correos, solicitudes, formularios, reuniones, alarmas y eventos en el calendario. El entusiasmo se ha ido apagando, mi pasión ya no tiene un lugar en las infinitas listas de pendientes.


20 noviembre de 2021

He perdido la perspectiva. Llevo dos años trabajando exclusivamente de forma virtual. Ahora mi perspectiva es de solo 50 cm que es la distancia entre mis ojos y la pantalla del computador. Me urge volver a mirar el horizonte, recordar que tengo sueños que no caben en estas cuatro paredes, una vida fuera del calendario de google, quiero ir por la calle y tener encuentros inesperados, recordar o por lo menos seguir en la búsqueda de aquello que le otorga sentido a mi vida, lo que enciende el fuego en mi alma. Me urge dejar de estar autosometida a una rutina esclavizante y enfermiza.


 “Si en tres semanas no mejoras, debemos hacerte una cirugía”. Me dijo el médico cuando consulté por mi problema de salud. Tenía tres semanas para poner todo en orden, recuperar mi vida, mi bienestar físico y mental. Sabía que la solución no era la cirugía porque si la hacía pero continuaba con el mismo ritmo frenético el cuerpo volvería a manifestar el desequilibrio. Lloré muchísimo, me sentí miserable y me obligué a hacer ajustes inmediatos. Recuerdo que una de las decisiones más difíciles fue decirle que no a una consultoría con el Ministerio de Educación, sin duda era uno de los retos más interesantes en los últimos años, por la importancia del cliente y por el promedio mensual de ingresos adicionales que tendría, pero justo llegaba en un momento crucial donde era urgente escoger la vida por encima del delirio de “tener más y hacer más”.


El justo lugar.

Ahora me reconozco menos obsesiva con el hecho de estar haciendo siempre algo “productivo” ¿Cuál es tu problema con la productividad?  Me dijo en tono de reclamo una vez mi hija cuando les pregunté a ella y al hermano si estaban perdiendo el tiempo o haciendo algo productivo. “¿Qué problema hay en que juguemos, descansemos o no hagamos nada?” terminó de interrogarme. Entonces me di cuenta que sí, que yo tenía un serio problema con el hecho de no hacer algo, me parecía impensable perder la oportunidad de hacer cosas productivas, había perdido “el arte de no hacer nada” del que habla Honoré (2017).


En la actualidad me he permitido repensar muchas cosas de mi vida y una de ellas es que no quiero volver a llenar mis días de trabajo. El dinero lo considero un medio para tener una vida digna y en estos últimos años he procurado poner el tiempo o sea la vida misma, por encima del dinero. Pensar en la muerte me ha ayudado a poner el trabajo y el dinero en su justo lugar y preguntarme ¿si muero hoy que quisiera estar haciendo? Ubicar a la muerte en esa perspectiva de posibilidad permanente me ha estado aportando oportunidades interesantes de reflexión en torno a mi vida, mis prioridades. Tal vez esté descubriendo que llenar mi vida de trabajo era una distracción para la angustia de morir, tal como lo explica Honoré (2017). A manera de chiste le cuento a mis estudiantes acerca de cómo fui tomando conciencia que era adicta al trabajo y como un día me dije a mi misma “que vergüenza que llegue la muerte y me encuentre enviando correos y haciendo informes”


Sievers (2007) explica como enfrentamos la búsqueda de significado en la vida al confrontar la idea de la muerte, reflexionando como esta confrontación nos aporta en la comprensión de la trascendencia de la vida humana:

"El sentido en general, y especialmente el sentido de la propia vida, solo pueden encontrarse más allá del marco. Esto significa que el sentido de la vida tiene que estar en relación con la muerte como su final, sin importar si se comparte o no la idea de una vida después de la muerte, o de cómo ésta se interprete". (Sievers, 2007, p. 20).


Me he acercado a la experiencia de empezar a pensar en la muerte, de imaginar que sucede cuando llegue, incluso me he atrevido a incluirla en algunos de mis versos, en mi aficción por la poesia:


Valiente fragilidad 

Niño temerario, mi amor se lanza al vacío,

a ras del suelo la muerte burlona aguarda,

y mientras tanto, yo solo miro.

¡Valiente fragilidad la de mi corazón!

La muerte no lo espanta,

él sabe que su beso frío llegará,

entonces habrá amado hasta el final

y habrá sido dichoso,

durante las mil piruetas en el aire.


Trabajar es fracasar.

Dejours (2016) sostiene que trabajar es fracasar, sufrir. Cuidándome de no hacer una apología al sufrimiento, me atrevería a afirmar que vivir también es fracasar y sufrir, nadie sobre esta tierra escapa al sufrimiento. Quizás en el sufrimiento radique la riqueza de la plenitud de la experiencia humana. Tanto el trabajo como el amor permiten vivenciar la gama completa de las posibilidades de la existencia humana, experimentar la vida misma, emocionarse y sentir. Ambos, trabajo y amor, nos pueden llevar al cielo o al infierno de nuestras pasiones.  A través del trabajo podemos ir de la miseria a la grandeza y viceversa; también el amor nos otorga la posibilidad de experimentar las mayores dichas y los más grandes dolores.

El sufrimiento es el medio por el cual existimos, porque es el único gracias al cual tenemos conciencia de existir. Oscar Wilde

 Desde hace un par de años vengo teniendo cuidado de no volver a responder “con mucho trabajo, gracias a Dios” cuando me preguntan cómo estoy. Porque no quiero reforzar para mí misma la creencia de que tener “mucho trabajo” es un estado ideal, porque como bien lo explica  Berardi (2003) mientras más tiempo se le dedica al trabajo menos tiempo disponible hay para la vida:

 

“Cuanto más tiempo dedicamos a la adquisición de medios para poder consumir, menos tiempo nos queda para gozar del mundo disponible. Cuanto más invertimos nuestras energías nerviosas en la obtención de poder adquisitivo, menos podemos invertirlas en el goce (…) En torno a este problema, por completo ignorado por el discurso económico, se juega la cuestión de la felicidad y de la infelicidad en la sociedad hipercapitalista que la new economy representa ideológicamente. Para tener más poder económico —más dinero, más crédito— es necesario prestar cada vez más tiempo al trabajo socialmente homologado. Pero esto significa que es necesario reducir el tiempo del goce, de la experiencia, en pocas palabras, de la vida” (Berardi, 2003, p. 67)

 

No quiero que haya tanto trabajo en mi vida que no me permita hacer esas otras cosas que también soy y en las cuales encuentro profunda satisfacción: ser la mamá de Emanuel y Laura; cuidar de mi misma y de mis mascotas Yoyo mi perro, Alma e Iris mis gatas; compartir con los seres bellos que he escogido para querer; disfrutar de las conversaciones sin afán, la poesía, la literatura, los paisajes, la comida, el vino; disfrutar de la vida misma. Poder ser y hacer todo eso que menciono es una de las razones por las cuales durante los 32 años que llevo trabajando lo he hecho principalmente como trabajadora independiente y no como empleada o asalariada clásica en una “jaula dorada”.

"Los hombres quieren volar, pero temen al vacío. No pueden vivir sin certezas. Por eso cambian el vuelo por jaulas. La jaulas son el lugar donde viven las certezas" Dostoyevski

Sostener ese estilo de vida ha sido muy complejo porque no hay ingresos estables, si bien hay periodos de abundancia hay otros de escasez, he ido aprendiendo a realizar una gestión del dinero que gano y privilegiar otros elementos que me aportan calidad de vida. Esta perspectiva me ha permitido ir reconfigurando también la concepción de riqueza y encuentro sintonía con la propuesta de Berardi (2003) cuando considera la riqueza también como capacidad de goce del mundo disponible: tiempo, concentración y libertad. Para mí otorga magnifica sensación de abundancia y plenitud poder ir al gimnasio sin afán o tomarme parte de una tarde para compartir con una amiga o para cultivar un hobby.


Como emprendedora y como profesional independiente, aprendí por obligación a lidiar con la incertidumbre, a prescindir de un ingreso fijo e incluso a enfrentar períodos de bajos ingresos. Especialmente aprendí a ser valiente y a confiar por obligación en mis capacidades y talentos. Reconocí que la creatividad era mi sello distintivo y que lo más valioso que le podía entregar al mundo es lo que soy.


Referencias

Berardi, F. (2003). La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global. Capítulo 2: El trabajo cognitivo en la red (pp. 59-98).

 Dejours, C.; Universidad Autónoma Metropolitana [LAV UAM-I], (26 de septiembre de 2016). Conferencia Christophe Dejours "Sufrimiento en el trabajo" [video]. https://www.youtube.com/watch?v=UIdprBq9-2U

 Han, Byung-Chul; Geli, C. ( 7 de febrero, 2018 ). “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”. El País. https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html#

 Honoré, C. (2017). Elogio de la Lentitud.

 Sievers, B. ( 2007). Más allá de un sustituto de la motivación. Administer (11), 9-24.

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¡Divertido, útil y bien hecho!

Psicóloga de profesión,

emprendedora por convicción

profe de vocación,

mamá por amor

y escritora por pasión.



Fotografías @cpembert


Mentora de emprendedores en Corporación Mundial de la Mujer (De Mis Manos), Parque del Emprendimiento y otras entidades del ecosistema de emprendimiento de Medellín y Colombia. Docente de la Universidad de Antioquia y Universidad Cooperativa de Cololmbia. Consultora Empresarial. Mamá de Emanuel y Selene. Escritora aficionada de cuentos y poesía, he publicado tres libros Mil lunas y un delirio, Bitácora de sueños y Emprendizaje: el proceso de aprender a emprender.






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